Luka Modric, con 39 años, vuelve a hacer historia con Croacia. En el duelo ante Polonia en la Liga de las Naciones, el ’10’ del Real Madrid llegó a la cifra simbólica de los 182 partidos con la elástica croata. Un número que, a primera vista, parece uno más. La selección balcánica desde su fundación en 1912, aunque fue inscrita en la UEFA en 1992 tras su independencia (1991), ha disputado un total de 363 encuentros. En otras palabras, Luka ha participado en más de la mitad de los partidos que disputó su país en toda su historia.
Debutó en marzo de 2006, contra Argentina y desde entonces, nunca la volvió a dejar. Al paso de los años, Lukita ha ido escalando como uno de los mejores mediocampistas del planeta. Desde 2016, Modric lleva el brazalete de capitán. Un orgullo para el niño que vio a su abuelo ser asesinado por unos soldados serbios cuando éste peleaba por la independencia de Croacia. A partir de este preciso momento, el niño pasó a ser hombre.
En sus 182 encuentros destacan 27 goles y 29 asistencias. Pero lo que más pesa es el legado que deja. En el Mundial de Rusia en el 2018, Modric lideró a los suyos hacia la final. Es la primera vez que un país tan pequeño llegaba a la final de un campeonato del mundo. Si bien no derrotaron a los franceses, el maestro fue elegido mejor jugador del torneo. Meses más tarde, el madridista ganaba el trofeo The Best y el Balón de Oro, rompiendo la hegemonía de Cristiano Ronaldo y Messi. En el Mundial de Qatar en 2022, semis. Esta vez, el 10 se chocó con otro 10, el mismo astro argentino.
Llegó al Madrid en el 2012 a cambio de 42 millones de euros. Su rendimiento dejó algo que desear y fue duramente criticado. Pero Mourinho sabía algo: «Denle tiempo a Modric. Su clase enamorará al Bernabéu», decía el portugués. Y no se equivocó. El croata salvó una eliminatoria en Old Trafford semanas después y, años más tarde, el medio ganaría su sexta Champions de blanco, siendo en todas ellas un elemento fundamental. Como en La Décima y aquel córner en el 93’.
Una experiencia traumática
Después de la Primera Guerra Mundial, Croacia formaba parte de Yugoslavia como una de sus seis repúblicas. En 1991, los croatas declararon su independencia, lo que provocó un conflicto con la República de Krajina, una entidad serbia-yugoslava que aspiraba a controlar todo el territorio. Durante los cuatro años que duró esta crisis, la familia Modric se vio obligada a vivir en el terror, refugiarse en hoteles y bosques para escapar del conflicto constante. Esta experiencia fue traumática para Lukita, quien incluso presenció el asesinato de su abuelo por soldados serbios.
Pese a la situación, Luka Modric y sus familiares deciden quedarse en Croacia. Aunque parezca increíble, así comenzó la historia de una leyenda. Incluso durante el conflicto, el futuro número 10 del Real Madrid pasaba su tiempo con un balón, una pasión que sus padres decidieron apoyar. Dada la situación crítica y precaria de la familia Modric, el talento futbolístico de aquel chaval representaba una oportunidad de futuro. Y así fue como, mientras aún vivían en un modesto albergue, el NK Zadar se fijó en este impresionante niño que deslumbraba con sus regates.
Después, Dinamo de Zagreb, Tottenham, y ahora el Real Madrid. En todos estos equipos, Modric fue el mejor. Más de 30 años después de la independencia de su país y de la muerte de su abuelo, Luka sirve de ejemplo en su patria. Ahora, cada título, cada gol, cada asistencia va para los que lucharon por su libertad. Por la libertad de todo un pueblo. Y sobre todo, por su abuelo.